Fever

Los virus diversos parece que andan un poco desatados y resistentes en esta post-pandemia. Daniel anda pachuchillo. ¡I-E-RE! exclama en cuanto su temperatura corporal empieza a superar los 38º. Y no falla. Al menos, hoy, como me decía hace un rato su padre (y hermano de la que esto cuenta), a pesar de los momentos críticos a causa de que su aparato digestivo se niega a incorporar al organismo las sustancias llegadas del exterior, y las devuelve en formas habituales en estos casos, sabemos a qué atenernos y parece concretarse ya lo que ocurre. Por lo tanto, podemos actuar de manera conveniente. En otras ocasiones ya lo he comentado: ante la enfermedad, casi lo más angustioso es saber qué ocurre. Cuando esta mañana Jorge me contaba que en mitad de la madrugada Daniel ha despertado al grito de ¡I-E-RE!, y en efecto el termómetro ha certificado su diagnóstico, he medio bromeado que ya podría decirnos con la misma prontitud y seguridad si le duele la garganta, la tripa, la cabeza … Porque por mucho que insistamos, no suelta prenda, por lo que sea, porque no acierta a localizar la incomodidad o a comunicarla, el pobrete, que es lo más seguro, o por pudor personal, que también es muy de esto.

Otro día hablaremos de atención sanitaria explicando un problema serio con el que nos hemos encontrado recientemente. Un problema que no creo achacable a circunstancias actuales, de todos conocidas; sino que estas, en todo caso, se suman a la carencia de un enfoque adecuado y multidisciplinar que asegure una atención ágil y también flexible para las personas con patologías derivadas de situaciones como la parálisis cerebral, en el caso de Daniel, o de otras similares.

Pero como no hay cal sin arena, y viceversa, agradezcamos la rápida atención que recibió ayer Daniel desde su centro de salud: cuando ya iba con sus padres hacia Urgencias, les avisaron que acudían a casa, y así se evitaron una larga espera, seguramente para nada, porque ayer la médica, que me han dicho fue extremadamente cuidadosa y atenta, preguntando de todo, anotando cuanto entendió necesario para la ocasión y para futuras cuestiones que puedan presentarse, no encontró foco infeccioso que explicara la «i-e-re». Parece que los virus andaban camuflados en las tripillas de Daniel, hasta que hoy se han dado a entender con energía. A ver si nos abandonan pronto y por mucho tiempo, caramba.

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