Hoy, día de la discapacidad, y mañana también

Curiosamente, hoy, en el «Día Internacional de las personas con discapacidad, Daniel y sus padres han tenido que enfrentar una situación absurda y un poco chunga, que afortunadamente ha sido breve.

¿Qué ha pasado? Pues que Daniel y Jorge, su padre, se han ido a comprar, y a la vuelta, a las 12 del mediodía, el ascensor no funcionaba. Si bien, después de varias vicisitudes la situación se ha solucionado en una hora y media, lo que causa estupefacción es que la empresa no considera que el hecho de que en la Comunidad viva una persona con discapacidad, en silla de ruedas, sea objeto de aviso prioritario. Ni siquiera con el agravante de que esa persona en ese momento no puede acceder a su casa. Sólo es prioridad, según han explicado, que alguien se quede encerrado en el ascensor. Yo, sinceramente, no puedo entender con qué mentalidad, ni en base a qué consideraciones, se deja fuera, de un plumazo, de la atención prioritaria todo lo que no sea quedarse encerrado en un ascensor.

Solo se me ocurre al respecto que hay un empeoramiento y un deterioro del entramado social y económico, que se manifiesta al final en cosas tan nimias como la que he contado, pero tan importantes en el día a día de la gente. Y cuando esto ocurre, quienes primero lo sufren son quienes más frágiles son, quienes precisan de atención más personalizada.

La declaración de la ONU del 3 de diciembre como día para hacer especial mención de las personas diversamente funcionales y de sus vidas se produjo en 1992. Hace pues, ya, 30 años que, al menos en este día, los medios de comunicación suelen hacerse eco, en reportajes más o menos afortunados, de los asuntos relativos a la discapacidad. No digo que sea inútil. Todo ayuda. O al menos eso espero y quiero pensar. Pero, por supuesto, mejorar las cosas se hace, como sabemos, día a día, hora a hora: en los hogares, en los centros, en las calles, en los lugares de trabajo, en los centros sanitarios, en las comunidades de vecinos; se hace renovando normas, legislando transversalmente sobre la inclusión, invirtiendo en cuidados, en tecnología social, etc., etc.

Hablamos mucho ahora de la economía del cuidado. Pero el desarrollo de dicha economía no servirá de mucho si se concentra en centros cerrados y/o en determinadas acciones. No servirá de mucho si no entendemos que la única forma de que cambiemos los parámetros y las mentalidades es que la idea y la acción del cuidado sea transversal a todos los ámbitos y actividades de la vida. Porque en todas ellas habita potencialmente nuestra discapacidad.

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