Mecachis las muelas

Daniel ha vuelto ya, desde el mismo día 1, al colegio de mayores. O sea a su centro de día, en Los Pueyos. Para él sigue siendo el colegio, así que no le vamos a llevar la contraria, porque además es verdad que, le llamemos como le llamemos al lugar, la actividad de Daniel no ha cambiado mucho, y él la identifica como asistir al colegio. Así que, todo correcto. La vuelta no ha sido traumática, sino todo lo contrario. No como la de alguna que yo me sé a la hora de retomar las cosas del trabajo. Ventajas de volver al cole y no al trabajo, creo yo. Así es la vida. El viernes hay una reunión en Los Pueyos. Como Daniel comenzó a asistir al centro durante la pandemia, la comunicación entre familia y centro ha sido especialmente a distancia. No ha sido escasa, pero está bien poder ir retomando canales directos de comunicación. Seguro que nos cuentan cosillas que no sabemos. Seguro que nosotros también. Porque Daniel es mucho de secretitos, de que no sepa mi mano derecha lo que hace mi mano izquierda, de que no cuentes cosas de mí. Cuestión que no es posible respetar por razones obvias; porque cuanto más sepamos todos de él, mejor podemos apoyarle. En la vida en discapacidad la red de sinergias es fundamental. Y no fácil. Tampoco muy habitual más allá del propio entorno. Anda el chaval un poco fastidiado con los dientes y las muelas. No sabemos muy bien qué ocurre. Ya lleva así una temporada, a días fastidiado. Y tenemos un problema, estimado sistema de salud. Porque existe en el ámbito público una Unidad de Atención Bucodental para niños y adolescentes con discapacidad, que atiende en el Hospital San Juan de Dios de Zaragoza, que asiste a los pacientes, siempre y cuando no se requiera anestesia general (lo cual, en el caso de los pequeños con discapacidad, no es algo inusual), pues entonces paciente y familiares han de desplazarse al hospital de San Juan de Dios de Barcelona, un centro donde saben mucho de todo esto de la salud de los pequeñajos diversos. Pero esa unidad sólo asiste a pacientes de hasta 16 años. Así que estamos a la búsqueda de una consulta donde puedan echarle un vistazo a las muelas de Daniel, pobre; un/a profesional/a (nos sirve lo mismo) que conozca un poquillo las cosas específicas que les pasa a estos chicos y chicas, que pueda examinarle en función de las circunstancias de Daniel, y ofrecernos un diagnóstico claro, e incluso actuar si fuera necesario, en consecuencia, pero sabiendo que actuar en consecuencia con una parálisis cerebral tiene sus propias reglas. Tanta complicación por unas muelas, me diréis. Pues ya veis, así todo y así siempre. Sinergias, las justas, oiga.

Mientras, Daniel, que no se deja acoquinar en absoluto por un dolor de muelas, ha descubierto Argentina. Para los argentinos no son buenos momentos, lo sé (ocurre desde hace bastante). Todos andamos preocupados por muchas cosas, y añadimos Argentina. De corazón. Disculpen los amigos argentinos a Daniel si su descubrimiento de este país se ha llevado a cabo a través de una obra de teatro, que adapta El Principito. Es la versión que a mi sobrino más le gusta de cuántas hemos visto y escuchado. Y sé que es por el acento de los actores. También ha descubierto Argentina gracias a la música de Astor Piazzolla; en concreto a través del Concierto para guitarra, bandoneón y orquesta de cuerdas, que escuchamos hace unos días (vedle la cara).

Los caminos de Daniel y su diferencia para comprender al mundo, son, como observáis, mucho más imaginativos y audaces que los del mundo para acercarse a él y tantos como él, los habitantes de la diversidad funcional, de la neurodiversidad. Así son aún las cosas. Y debemos contarlas.

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