Pensamiento relacional

Entre nosotros solemos decir que Daniel tiene un pensamiento relacional y que actúa clarísimamente según patrones. En nuestro razonamiento coloquial y de andar por casa, simplemente queremos indicar con ello que mi sobrino funciona por asociaciones. Por ejemplo, si está viendo la tele con su padre y este le pregunta qué quiere que vean, Daniel suele responder que fútbol. Las tardes, en compañía de su madre, le gusta ver algún concurso. Cuando soy yo la que comparte pantalla, siempre reclama música, especialmente, claro el “hipo húngaro” (5ª danza húngara de Brahms), o cuentos (teatro o narraciones leídas). Pensábamos, al menos yo lo creía, que esas asociaciones se debían a la relación que Daniel establece entre la persona con la que está y el tipo de actividad que suele realizar con ella. Como es muy inclinado a la repetición de costumbres y rutinas, lo lógico es deducir que al cabo de un tiempo se han generado en su pensamiento unos patrones con los que se siente bien y tiende a acomodarse en ellos.

Pero, ahora creo que no es exactamente así. Porque, por ejemplo, para las horas de la comida y la cena, el “señor marqués”, como bromea su padre, exige siempre de fondo un acompañamiento de vídeos jaleosos. Y aunque sus preferidos son los de las tómbolas “Antojitos” y “El Cubo”, también demanda otros, con tal de que tengan cierta “marcheta”: Cabezudos, tómbolas de dromedarios, y cosas así de “frikis”, aunque a veces, en un giro brusco de guion, le da por querer informarse del mundo y reclamar noticias. Es decir, aquí está claro que la asociación es entre la acción de comer y el hecho de hacerlo entretenido con algo, lo que sea, dentro de sus inclinaciones. Y no importa para ello quién le está dando de comer, pues en casa suele ser su padre quien lo hace, pero en el centro de día, en Los Pueyos, lo hace su cuidadora, también bajo las mismas condiciones.

Llevamos algunas tardes en las cuales, cuando me siento a su lado a compartir pantalla, no pide inmediatamente escuchar música, que era lo que solía ocurrir. Y sé por qué. Él se lo pasa muy bien siguiendo el clima tensionado, pero festivo, de los concursos televisivos: La ruleta de la fortuna, El cazador, y programas de este perfil. Daniel es muy competitivo. Además, le gusta saber cosas nuevas. Así que, de forma espontánea, hemos empezado a alargar un poco el rato dedicado a alguno de ellos, pero de manera muy participativa: voy cantándole las respuestas que sé e incitándole a comprobar, cuando dan la solución en la pantalla, a que se cerciore de si hemos acertado o no. No es por nada, pero solemos atinar bastante, y Daniel se despepita de alegría y satisfacción. Tanto que, desde hace unos días, cuando voy a su casa y le pregunto qué quiere que hagamos: escuchar/ver música o “ruleta”, se decanta por lo segundo.

¿Por qué cuento todo esto? Porque he concluido que es verdad que Daniel se rige por un pensamiento relacional, pero en un sentido casi filosófico (ya disculparéis la deriva y la pretensión). Porque Daniel, en función de su propia conciencia sobre su propia fragilidad y su necesidad de los demás, no sólo para estar en el mundo, sino para ser verdaderamente en el mundo, lo que busca constantemente es compartir, estar en comunicación con quien le acompaña en cada momento. Es verdad que él tiene sus preferencias en gustos e intereses, pero si en un momento determinado ha de supeditarlos a cambio de compartir experiencia, lo hace. Por eso le veo feliz si escucha música, pero desde hace mucho sé que lo es más si la escuchamos juntos y más aún si cantamos juntos.

Esa alegría del estar juntos haciendo, buscando, aprendiendo, del necesitarnos para estar, para seguir estando, del ser en compañía, del “ser con” del que hablaba Jaspers, es uno de los aprendizajes simples de la cotidianeidad más valiosos que me brinda Daniel.

En estas semanas estoy con las primeras correcciones de un texto en el que aparecen consideraciones y reflexiones del estilo e índole como ésta de arriba y otros temas sobre la condición de la discapacidad, a partir de las experiencias vividas con y a través de Daniel. Aunque publicarlo me produce a partes iguales tanto temor y dolor como ilusión y esperanza, si todo va bien, confiamos en que vea la luz en este año. Y, por cierto, creo que, en la corrección, añadiré esta cuestión del “pensamiento relacional.

Un comentario

  1. Esa idea de saber que a ti puede gustarte una curiosidad sobre literatura, una ilustración afín a una idea tuya que acabo de leer o un vídeo con la música que le gusta a Daniel, por ejemplo. Sé que mi cuñado es fanático perdido de los Beatles, que a mi hermana le encantaría un recuerdo de nuestra infancia y que mi sobrina ama el art 🎨 noveau. Una especie de «algoritmo» antes del algoritmo: el placer anticipado de un disfrute en común. Abrazo 🫂 querida Luisa.

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