Mañana con los chicos y Obélix en el parque

En cada campaña de hipoterapia que se realiza en el colegio de Daniel procuramos ir por lo menos un día a presenciar el desarrollo de la sesión. A ello acudí el hace unos días por la mañana. Llegué al cole a las diez y ya estaba Obélix con sus entrenadores y cuidadores de la Fundación Genes y Gentes preparándose para llevar a sus lomos sucesivamente a cada uno de los doce chicos y chicas de las aulas 1 y 2. En colegio había mucho trasiego. Excepto estos doce jinetes, todo el resto de alumnos se marchaba en esos momentos de excursión a Dinópolis. Los que se quedaban tampoco tenían malas perspectivas: Obélix por la mañana y sesión de colchonetas hinchables por la tarde a partir de las tres. Por actividades con movimiento ese día no quedó, y ya sabéis que a los chavales con capacidades motrices reducidas (y las aulas 1 y 2 acogen a estos chicos y chicas en el cole Angel Riviere) agradecen una barbaridad cualquier sensación de movimiento que se les proporcione. Muchas veces he dicho que Daniel viviría en una montaña rusa.

El rato de la sesión de hipoterapia fue muy agradable para todos. Hacía una mañana estupenda para estar en el parque (otras veces hemos contado que las sesiones con Obélix se llevan a cabo en el muy vecino Parque de la Granja, que exactamente linda con el colegio). Allí se concentró en primer lugar el aula 2 al pleno: Alejandro, Adrián, Juan, Javier, Geneva y Daniel. Cada uno de ellos esperaba con nerviosismo e impaciencia el momento de subir a la grupa de Obélix. A casi todos hubo que indicarles varias veces que debían aguardar su turno. Y hasta donde yo pude quedarme la verdad es que todos, cada uno a su manera y en su estilo, disfrutaron mucho y alcanzaron un grado de comunicación con Obélix bastante asombroso.

Daniel se muestra tan emocionado cuando le toca montar al cabalo que al principio cuesta un poco relajarle y conseguir que se adapte a la postura sobre el animal, tan dócil Obélix, tan sabio. En este sentido, el trabajo de Enrique (el jinete que conduce a Obélix) es magnífico: le ayuda a Daniel a distenderse a base de guiar algunos de sus movimientos y hablándole con muchísima tranquilidad. Después de estos momentos, se inicia la marcha por el parque y Daniel muestra su alegría abiertamente. Le gusta muchísimo ir sobre Obélix, por eso se deja llevar bien por él y por Enrique. Sobre el caballo a Daniel le colocan de forma natural, sentado a horcajadas, y también tumbado de espaldas, para que perciba bien el ritmo y tendencia del andar de Obélix. Obélix al caminar le dice al cerebro de Daniel lo que sus piernas no pueden decirle. La foto que cuelgo no es buena (es muymuymuymalamala), pero se ve bien esta postura de espaldas de Daniel sobre el caballo.

No me pude quedar hasta el final de la sesión. Una lástima. La verdad es que el tiempo se pasó volando y me tuve que llevar conmigo las ganas de participar en ésta y otras actividades del colegio. Además estar con los compañeros de Daniel es una manera más de aprender cosas, de comprender más aspectos tanto del propio Daniel como de su mundo. Cada vez que voy por allí me marcho con la misma sensación: la del tiempo bien empleado, la del trabajo bien invertido, la del cariño que todos los chavales transmiten, la de una sólida paz que se le cuela a una por ahí adentro, la de las ganas de quedarme y hacer. Ya sé que suena un poco “disney”. Pero a Obélix pongo por testigo de que es así.

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