
Daniel sigue todavía con los coletazos de la resaca pilarista. Tira del carro en busca de la adrenalina de la juerga y el cachondeo. Pero, nos guste o no, hay que frenarlo un poco. Su metabolismo necesita bastantes horas de descanso para recuperar, y si no coartamos su tendencia al subidón festero, la noche se complica en cuanto al sueño.
Ayer me miraba con cara de póker, mientras a base de baloncesto procurábamos contenerle. Por aliviarle un poco, le propuse cantar algo en plan tranquilo: síii… se alegró.
-Daniel, ¿que te gusta más cantar o hablar?, le pregunté (retóricamente)
-Cantar, sí
Cómo si yo no lo supiera, ![]()
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«Así que bien, cantar
Luego
el magma busca aligerarse, ordenarse, busca el frío
del amanecer, como el dolor el hielo que apacigua,
y hunde
su cordón umbilical, el magma, en busca de las cosas,
se adelgaza y extiende,
inconmensurable tela de araña,
a la vez ramas y raíces, florece
la ola de la vida en tus pupilas,
planetitas, mundos caleidoscópicos, que son flecha y flujo, tránsito, espirales en rotación de amor»
(fragmento del poema «Silla de ruedas», en mi reciente libro «No morir»)